jueves, 19 de febrero de 2009


Resulta sospechoso el bombardeo mediático que sufrimos, cada día, desde los medios de comunicación capitalistas, entorno al tema del cambio climático. Incluso personas que podrían haber sido culpables del mismo -Al Gore, propietario de empresas que, durante años, han vertido productos tóxicos para el medio ambiente- ahora pretenden hacernos creer que luchan contra él. ¿No se tratará, todo esto, de propaganda, para normalizar cambios climáticos, provocados de forma artificial, que tuvieran como objetivo la consecución de intereses imperialistas? Como ejemplo podríamos hablar de los huracanes que, hace poco, asolaron Cuba -la gran piedra en el zapato de EEUU, en Latinoamérica-, de los terremotos en China, justo antes de los juegos olímpicos, o del devastador tsunami que arrasó Indonesia en el 2004 y que permitió a EEUU, con la excusa de la ayuda humanitaria, desplegar un elevado número de tropas, en toda la región, así como implantar nuevas bases militares. A continuación reproducimos un curioso artículo de Aurelio Gil Beroes que trata este tema.

Los indeseables efectos que está generando a escala planetaria el cambio climático, producto de la irracional explotación capitalista de los recursos naturales, también podrían provocarse con fines bélicos, a través de una nueva generación de armas electromagnéticas avanzadas.

La inquietante posibilidad ha tomado cuerpo en el sistema de defensa de Estados Unidos, a través del programa de investigación Aurora Activa de Alta Frecuencia -HAARP-, un apéndice del proyecto de defensa estratégica “La guerra de las estrellas”.

Así lo advierte el economista e investigador canadiense Michel Chossudovsky en su artículo titulado Guerra climática: Atención a los experimentos militares de EEUU, publicado en el sitio web The Ecologist.

“El HAARP es un arma de destrucción masiva, capaz de desestabilizar los sistemas agrícolas y ecológicos en todo el globo”, dice el autor. Señala que Estados Unidos ha desarrollado experimentos en esta materia desde 1940 y que durante la guerra de Vietnam se hicieron prácticas de bombardeo de nubes, con el fin de prolongar la estación del monzón -temporada de lluvias- y bloquear las rutas de suministro de sus enemigos a lo largo del corredor Ho Chi Minh. Chossudovsky plantea que las fuerzas armadas de EEUU “han desarrollado capacidades que les permiten alterar selectivamente los modelos climáticos”. Y agrega: “La tecnología, que está siendo perfeccionada bajo el Programa de Investigación de Aurora Activa de Alta Frecuencia -HAARP-, es un apéndice de la Iniciativa de Defensa Estratégica, la Guerra de las Estrellas”. Desde el punto de vista militar, HAARP es un arma de destrucción masiva que opera desde la atmósfera exterior y es capaz de desestabilizar sistemas agrícolas y ecológicos en todo el mundo”. Dice además que este programa está basado, desde 1992, en la zona de Gokona, Alaska, y que “…utiliza una serie de antenas de alta potencia que transmiten, a través de ondas de radio de alta frecuencia, cantidades masivas de energía a la ionosfera (la capa superior de la atmósfera”. El investigador canadiense apunta que su construcción fue financiada por la Fuerza Aérea y la Armada de Estados Unidos, así como por la Agencia de Proyectos de Investigación Avanzada -Darpa, por sus siglas en inglés-, y que es operado conjuntamente por el laboratorio de investigación de la Fuerza Aérea y la Oficina Naval de Investigación.

En su trabajo, Chossudovsky cita el sitio web oficial de HAARP -www.haarp,alaska.edu-, en el cual se dice que el sistema será utilizado “para inducir un cambio pequeño, localizado en la temperatura ionosférica para que puedan estudiarse reacciones físicas mediante otros instrumentos ubicados en o cerca de la instalación de HAARP”. Esto constituye una doble confesión: 1ª, que sí es posible manipular el panorama climático, interviniendo el espacio de la ionosfera, y, 2ª, que ellos son capaces de hacerlo. Chossudovsky analiza una declaración procedente de la Fuerza Aérea de EEUU y se sorprende: “Apunta a lo impensable: la manipulación encubierta de modelos climáticos, comunicaciones y sistemas de energía eléctrica como un arma de la guerra global, capacitando a EEUU para desestabilizar y dominar regiones enteras”. Y continúa: “La manipulación climática es el arma preventiva por excelencia. Puede ser dirigida contra países enemigos o ‘naciones amigas’ sin su conocimiento, utilizada para desestabilizar economías, ecosistemas y agricultura. También puede provocar el caos en los mercados financieros y de materias primas. La alteración en la agricultura causa una mayor dependencia de la ayuda alimentaria y de productos de granos importados de EEUU y de otros países occidentales”.

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