Escritor alemán y personaje polemizado, Jünger ha sido uno de los pensadores más sobresalientes del siglo XX. Puede considerarse que su obra abarca todo el proceso histórico del mencionado período, desde la clausura del siglo XIX al finalizar la Primera Guerra Mundial, hasta el nacimiento de un mundo globalizado al finalizar el milenio.
Tuvo amistades polémicas como la del descubridor del LSD Albert Hoffman o Adous Huxley, y contacto con el nacionalsocialismo alemán que utilizó sus obras por su fuerte contenido nacionalista, rechazando Jünger entrar a formar parte del Reichstag de Hitler y criticando duramente tanto éste sistema como diversos fascismos por sus altos contenidos racistas.
Uno de los temas recurrentes que Jünger trató en varios de sus libros fue el final de la historia, y entre otras cosas de los infinitos procesos bélicos que han levantado cabeza a lo largo del siglo XX. Según nuestro pensador, la globalización de las comunicaciones -tanto físicas como medios de información-, invitan en este punto de la historia a la creación de un estado mundial, pero no entendiendo este como un estado totalizador, sino como una administración mínima para la gestión de los problemas comunes -como el medio ambiente, o las ansias de poder de recurrentes dictadores-, y dando libertad de acción a cada una de las naciones y pueblos en los temas particulares.
Otro gran tema tratado en la obra de este pensador es la retirada de los dioses, o mejor dicho, la entrada en escena de los titanes. Según su visión, los antiguos cultos a divinidades, omnipresentes en las civilizaciones humanas, han sido substituidos en la cultura occidental por una concepción puramente mecanicista de la existencia, un proceso que ha desposeído de alma al mundo, velando la trascendencia y amenazando arrasar el espíritu humano y extender su poder de destrucción al mundo natural, hogar común de todos nosotros.
En varios de sus libros (Heliopolis, Eumeswil, La Tijera), con más optimismo o con menos, Jünger sitúa la experiencia visionaria como punto de inflexión de esta carrera de velocidad que no nos lleva a otra parte que a estamparnos contra el rígido muro de nuestra soberbia.
Este nuevo tipo es el Rebelde, es decir cualquier persona que haya sido puesta " por la ley misma de su naturaleza en relación con la libertad", relación que le impone cada vez más, una actitud de rebeldía ante el automatismo y el fatalismo homogeneizante del medio ambiente.
“Aquel señor tan guapo y tan amable
que siempre te llevaba caramelos,
hoy cuelga de una esquina de los cielos
inerme ante un dolor insoportable.
Aquel principe azul que te echo un cable
barriendo de tu mente los camelos.
cambiandote por confianza los celos
hoy es una piltrafa miserable
Un buitre de soledades le alcanza
hurgando en sus entrañas hasta el llanto
que no secará ni un solo pañuelo
mientras se compone la alianza
que silenció cualquier posible canto
de gente "cenincienta" alzando el vuelo.”
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