martes, 17 de marzo de 2009

PARTE 4. Final

 

De la rapiña a la “transparencia”:



Hasta ahora, la explotación de recursos ha causado en los países africanos las guerras más sangrientas y largas, como ha sucedido en Angola, en Sierra Leona y en la República Democrática de Congo. En otros países, como en Congo–Brazzaville, interrumpieron la experiencia democrática, debido a la injerencia de la petrolera francesa Elf.

Se está vendiendo la idea de que el nuevo boom petrolero en África no va a provocar injusticias, corrupción, muertes e incluso –como está sucediendo en Sudán–  limpieza étnica. A ello se comprometieron en su día el Banco Mundial –que concedió un generoso crédito para la construcción del oleoducto Doba–Kribe– y las petroleras Exxon–Mobil y Chevron–Texaco, de Estados Unidos, y la Malasia Petronas.

Este nuevo talante obedece al principio de lo que se viene llamando “transparencia” en la gestión de los ingresos por materias primas. Hasta ahora, las compañías extractoras pagan a los Gobiernos –es decir, al jefe del Estado africano– el dinero acordado por la explotación, sin preocuparse de qué se hace con ese dinero.

 Pero la realidad, como siempre, nos dice que al parecer, el presidente ecuatoguineano, Teodoro Obiang, está recibiendo por las compañías petroleras tres millones de dólares diarios: más de mil millones de dólares al año. El problema es que este dinero va a parar a las cuentas corrientes del propio presidente y los ciudadanos no perciben un solo céntimo. Se sabe que en menos de cuatro años, el presidente de Nigeria, ya fallecido, Sani Abacha, acumuló un capital personal superior a los 4.000 millones de dólares, colocados en bancos suizos. Entre 1983 y 1998, el período en que los militares controlaron el poder en Nigeria, desaparecieron más de 20.000 millones de dólares de las arcas del Estado.

Y no solo eso, las extracciones de coltan continúan. Y con ellas las guerrillas xenófobas, apoyadas por las grandes mulinacionales, también continúan sus exterminios y brutales represiones. Utilizan  niños en condiciones de esclavitud, para cavar fosos en la tierra de los yacimientos en busca de pequeños trozos del ansiado material, todo ello, por descontado, sin ningún tipo de medidas de seguridad, por lo que en cada derrumbe quedan enterrados sin que nadie pregunte por ellos. Eso cuando no les ponen un AK-47 en las manos y los mandan a la muerte. El material se extrae mediante procesos similares a los que servían para sacar el oro en California en 1800. Se hacen agujeros en el suelo con palas y después echan agua al lodo, y se mete en zonas de lavado, donde el metal se deposita en el fondo por su mayor peso.

El Ejército ruandés traslada en camiones el mineral a Kigali, capital de Ruanda, donde es tratado en las instalaciones de la Somirwa  -Sociedad Minera de Ruanda-, antes de ser exportado. Los últimos destinatarios son Estados Unidos, Alemania, Holanda, Bélgica y Kazajstán. La compañía Somigl -Sociedad Minera de los Grandes Lagos-, tiene el monopolio en el sector; es una empresa mixta de tres sociedades: Africom –belga-, Promeco –ruandesa- y Cogecom  -surafricana-. Entrega 10 dólares por cada kilo de coltan exportado al movimiento rebelde Reagrupación Congoleña para la Democracia –RCD-, que cuenta con unos 40.000 soldados, apoyados por Ruanda. “Con la venta de diamantes, unos 200.000 dólares al mes. Con el coltan llegamos a ganar más de un millón de dólares al mes”.

Ahora es el Coltan, ¿por qué otros recursos escasos la humanidad tendremos que seguir sufriendo barbaries en pos del progreso, la democracia, la libertad y el mundialismo? La respuesta, sin embargo, parece venir asociada a recursos que ahora no imaginamos como escasos pero que ya están comenzando a escasear en muchos países incluso en zonas del nuestro, donde antes no había escasez… el agua.

¿Te imaginas guerras en el futuro desatadas por el control de territorios con reservas de agua dulce? Gracias al calentamiento global y las sequías consecuentes, no hace falta tener mucha imaginación para darse cuenta que no es un relato de ciencia ficción.

 La miseria que padecen los ciudadanos de muchos países africanos es un auténtico despropósito si se compara con la riqueza que poseen. Vampiros y políticos consumen este continente y todo el planeta a su antojo en nombre del capital … ¿Y nosotros que hacemos? Miramos.

 

La próxima gran batalla: el petróleo

 Se sabe que en África hay mucho petróleo, cuya explotación intensiva podría ser una alternativa a la dependencia excesiva que tiene Occidente del Golfo Pérsico, y en particular Estados Unidos, cuyas reservas petroleras decrecen a medida que aumenta el consumo de energía. La guerra e invasión de Irak está trazada con ostensibles letras de oro negro. El petróleo africano ha sido ya causa de guerras, como la de Biafra en Nigeria, la de Angola y la misma de Sudán, aunque ésta aparezca revestida de conflicto étnico y religioso: árabes musulmanes del Norte contra negros cristianos del Sur.

 Algunos países negroafricanos, como Guinea Ecuatorial y Chad, han entrado desde hace poco en el club de los productores. Uno de los mayores focos de reservas de petróleo se encuentra en el África Occidental, más concretamente en el Golfo de Guinea. Las grandes compañías petroleras sabían desde hace muchos que aquí había mucho petróleo y gas, especialmente en Guinea Ecuatorial, ya conocido como el “nuevo Kuwait”. Mucho de este petróleo se encuentra bajo el mar, a veces a gran profundidad. Hace pocos años, los expertos barajaban la cifra de unos 90.000 millones de barriles de petróleo para las reservas confirmadas del África Occidental. De los 8.000 millones de nuevos barriles localizados en 2001 en el mundo, 7.000 millones se habían detectado frente a las costas de los países ribereños del Golfo de Guinea. Desde entonces, las cifras no hacen más que crecer.

Hay nuevas prospecciones en Angola, Congo–Brazzaville, Sudán, Camerún, Nigeria y Gabón. Y pronto se añadirán nuevos productores como Marruecos, Sahara Occidental, Senegal, Costa de Marfil, Sao Tomé y Príncipe y Namibia. En 2003 comenzó a fluir petróleo de Chad, a través de un oleoducto de algo más de 1.000 kilómetros de longitud, desde Doba hasta el puerto de Kribe, en Camerún. Esta explotación proporciona a Chad unos 2.200 millones de dólares y a Camerún otros 500 millones de dólares durante 25 años de producción.

 ¿Dónde va ese dinero?

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