
Disertábamos por enésima vez sobre uno de los principales problemas que acechan a nuestro hoy: la prisa. Inevitable fue pasar por los temas que tanto nos exaltaban: Petróleo-dependencia, consumo abusivo y sin sentido del automóvil, contaminación, erradicación de la vida peatonal, el placer de caminar y la alegría de montar en bicicleta. Fue en este último punto, donde Jorge me animaba, una vez más, a conocer de cerca la realidad de uno de los colectivos, de los que a día de hoy formo orgullosamente parte en él. Me animé a ir a la manifestación que cada último jueves de cada mes, acaece en Cibeles.
Era julio, nada que ver con este tiempo. Tiempo caluroso y apacible, ambiente lúdico y veraniego, con lo que ello repercute. El público joven y el no joven, jugando como niños con pistolas de agua. Niños gozando con su bici en pleno centro de Madrid, yo incluido. La verdad es que de primeras, no me pareció tan sorprendente como me hablaban, pero para pasar aquella tarde de estío, no venía mal. El caso es que dentro de la masa ciclista me embriague, adivina de que. No, de revolución. Sí, como lees.
Plantéate la situación. Las decenas de lucidores de bici, se convirtieron en cientos de rebeldes a conciencia, al paralizar las principales arterias de Madrid. Paralizamos el tráfico, con su estrés, sus prisas, sus agobios, su nocividad insufrible. Había quien lo hacía por su salud, por el aspecto deportivo, por el medio ambiente, por su ciudad, o bien quien por crítica social, crítica al sistema y al orden, al consumo y su toxicidad invivíble. Sea por lo que fuere, allí estábamos, sustituyendo la mecánica existencia gris, tornándola en radiante tarde de verano, llena de vida y de alegría. De rebeldía.
Siempre obviamos elementos fundamentales en una revolución, como la crítica, la autogestión; pero en bicicleta y sonriendo, recordé otro punto vital en nuestro devenir agitador. La alegría, la sonrisa, la felicidad, son hoy, más que nunca armas revolucionarias. En un mundo gris, triste, apagado y robótico; la energía que nos brinda la sonrisa, no es vana para ser desaprovechada. Puede que encima de una bicicleta, como en el interior de uno mismo, se encuentre esa verdadera arma y alma de una revolución.
Prueba la alegría que supone llevar una bicicleta entre las piernas, prueba a ocupar tu espacio en la calle, ten el valor de alzar tu voz en el corazón de Madrid, ten la osadía de ser consecuente con tus ideas y tu revolución. Tan solo tienes que sacar a tu bici, ella te llevará
Si no te atreves, ten el valor al menos de sonreír. Nunca sabes quien se puede enamorar de tu sonrisa.
Salud y pedal.
LaHormigaAtómica.
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